ATENEO DE SEVILLA

Texto de la conferencia pronunciada por D. Enrique Barrero González el 23 de octubre con motivo del 125 aniversario fundacional

El conferenciante, D. Enrique Barrero González, junto al Presidente del Ateneo, D. Alberto Máximo Pérez Calero y el Adjunto a la Presidencia del Ateneo, D. Miguel Cruz Giráldez

El gran ateneista1.- Introducción-
El día 7 de julio de 1922 José María Izquierdo moría en Sevilla a la edad de treinta y cinco años. La noticia de su muerte conmocionó a la ciudad y produjo impresionantes manifestaciones de duelo. Desde aquel mismo momento comenzó su exaltación literaria, con numerosos artículos y escritos de los más diversos autores que glosaron su figura y su obra; autores sevillanos, por supuesto, también de la Andalucía cercana, pero algunos incluso de excepcional prestigio nacional. Eugenio D’Ors, su maestro y amigo, le dedicó un artículo en La libertad de Madrid, que reprodujeron los periódicos locales; el elogioso artículo terminaba con una saeta en su honor: mira cuán alto voló, sin tener fuerza en las alas, sólo con ansias de amor. Miguel Romero Martínez, el bibliófilo humanista, traductor de las Odas de Horacio, descubridor de la estrella Nova Serpentis, y tantas cosas más, le dedicó un conmovedor Epicedio: Partió para siempre el amigo y el guía, el sabio y el vidente, el alto renovador de ideales, maestro de juventudes en plena juventud y príncipe glorioso del pensamiento… Muere como los héroes, como los elegidos, dejando una estela imborrable. La llama generosa en que se consumía su vida encendió nuestras almas y corre ahora por nuestras venas y nos purifica y jamás ha de apagarse. Llevaba razón quien así se expresaba porque la llama no se extinguió y continúa viva casi al cabo de un siglo. Entre los muchos escritos laudatorios, ensayos, libros, que sobre él se han escrito y que están recogidos o citados en la Antología de textos sobre José María Izquierdo que publicó nuestro Ateneo en fecha todavía reciente, citemos como ejemplos dos testimonios estelares. Juan Ramón Jiménez, el amigo por el sentía una entrañable devoción, escribió años más tarde su semblanza, publicada en Españoles de tres mundos y Luis Cernuda nos dejó su retrato en Ocnos. La ciudad le hizo objeto de todo tipo de reconocimientos: le dedicó una glorieta y una columna funeraria en el Parque de María Luisa y en 1944 trasladó sus restos al Panteón de Sevillanos Ilustres, donde descansan al lado de los de su admirado Gustavo Adolfo Bécquer. El Ateneo de Sevilla le dedicó veladas necrológicas en 1923 y 1944, tiene situado el retrato que le hiciera Miguel Ángel del Pino enfrente del sillón de la presidencia, lo recuerda con un azulejo en este mismo salón de actos, con un bajorrelieve en el patio central y le ha dedicado un monumento, obra de Sebastián Santos, en el patio jardín trasero de esta misma sede .
2. Quién era Izquierdo
 Quienes apenas sepan de la vida y de la obra del gran autor sevillano podrán preguntarse, con razón quién era este José María Izquierdo que, muerto en plena juventud, ha merecido tales reconocimientos y exaltaciones.
José María Izquierdo tiene una particular relevancia en Sevilla, aunque creo con firmeza que el interés por su obra debe desbordar con mucho nuestro ámbito estrictamente local. Sin ir más lejos, no puede ni debe ser desconocido tampoco en Andalucía, cuyo Ideal contribuyó tan decisivamente a formar. Ni, por supuesto, su obra carece de la virtud suficiente para interesar más allá de los ámbitos local y regional.
 De José María Izquierdo se han dicho muchas cosas. Desde que fue un invento de Joaquín Romero Murube, hasta que está situado en el imaginario colectivo a medio camino entre el mito y la leyenda. Lo primero, lo de ser “invención” de Joaquín Romero, sólo podríamos admitirlo parcialmente, si damos a la palabra invención su sentido de hallazgo o descubrimiento, en tanto en cuanto que fue Romero Murube el primero que se ocupó de manera monográfica de su personalidad y de su significación literaria; y digo parcialmente porque como ya he dicho, de Izquierdo se habían ocupado con profusión innumerables plumas relevantes antes del ensayo realizado por el autor de Los cielos que perdimos. A lo segundo, a lo de que se encuentra a medio camino entre la verdad histórica y la leyenda y el mito, no le falta algo de razón a tal aserto si se atiende a la literatura específica sobre la Cabalgata de Reyes, que ha ensalzado poéticamente a su fundador, en muchas ocasiones sin mayor conocimiento de su vida y de su global quehacer humano y literario.
2.1.- Nacimiento
José María Izquierdo y Martínez nació en la calle Castellar, en Sevilla, ciudad en la que siempre vivió, salvo esporádicas ausencias y a la que amó intensamente, el 19 de agosto de 1886, hijo de una madre sevillana y de un modesto comerciante llegado a Sevilla desde una aldea logroñesa, que entonces, por paradójico que fuera, la subdesarrollada Andalucía era tierra de promisión para montañeses, leoneses, gallegos y castellanos viejos que aquí venían a trabajar duro y a labrar un porvenir mejor para sus hijos.
A uno de aquellos sorianos viejos, padre de varios hijos que emigraron a Andalucía, le dedicó mi hijo Enrique un soneto. Quede aquí como homenaje a todos ellos.
Por las tierras de Soria, bisabuelo
Recorres cada día tu sendero
No tienes más riquezas tu que el Duero
Sólo unas cuantas cabras son tu anhelo.

No conocí, Patricio, tu rebaño
Pero llevo en mi sangre tu semilla
Y así tengo esta vida tan sencilla
Que soy pastor de versos todo el año

 

Tus hijos emigraron donde un río
Se enreda entre marismas desiguales
Los hijos de tus hijos saben leyes.

Yo sólo soy pastor y tengo frío
Y prefiero a los gestos doctorales
El tránsito cansino de los bueyes

2.2.- Primeras letras
José María estudió las primeras letras en el Colegio que en Sevilla tenían las monjas francesas del Sagrado Corazón. Así nos lo dejó dicho su íntimo amigo Juan Ríos Sarmiento: El primer recuerdo que de él tengo –nos decía– es del colegio, de un colegio de monjas francesas que Armando Palacio Valdés hizo célebre en “La Hermana San Sulpicio”. José María era entonces horriblemente tímido, hablaba cortado y aprisa, y poniendo, siempre que podía, en el lugar de la palabra, el gesto. Lo recuerdo en una tarde, ya al oscurecer, en un rincón de la clase, llorando avergonzado porque, una de las Chéres Soeurs le había reñido fuerte e injustamente. Un compañero, que ahora es un respetable padre de familia, le había derramado un tintero sobre una manga de aquel baby igualitario que entonces nos poníamos los colegiales. La hermana Teodora no había ahondado mucho en la investigación: dio por hecho que el mismo José María se había llenado la manga de tinta, y la emprendió contra él; José María, al principio de la inesperada e injusta reprimenda, no encontraba palabras con que defenderse; después, no las buscaba siquiera… y se retiró al rincón aquel oscuro. Y allí se quedó llorando, solo y triste. Hay, por otra parte, un eco de aquel colegio de la infancia en su libro Por la parábola de la vida cuando evoca el concierto privado dado en homenaje a Juan Ramón Jiménez por Concha Amores, la “gentil beethoveniana”, bella princesa de un cuento infantil: vivido en el propio colegio.
2.3.- Bachillerato.
Cursó su bachillerato en el Colegio de los Escolapios, presentes en Sevilla desde 1887, un año después de que el futuro alumno hubiese nacido, y de su paso por el Colegio situado en el viejo Palacio de los Ponce de León, nos quedan testimonios abundantes, la mayor parte de ellos debidos a su propia pluma. Allí estudiaron relevantes personalidades de la vida sevillana, como, sin ir más lejos nuestro ex presidente Manuel Blasco Garzón y allí estudiaría también años más tarde otra gloria literaria sevillana y en este caso universal, el ya citado Luís Cernuda, cuya ficha de ingreso en el Ateneo de Sevilla avaló Izquierdo en 1921. Los antiguos alumnos del Colegio lloramos hoy su innecesario derribo, tras el traslado del centro docente a espacios más alejados y anchurosos; cayó como tantos otros palacios y nobles edificios de Sevilla víctima del desarrollismo y la especulación en época de infortunios urbanísticos.
Como uno de aquellos antiguos alumnos del colegio disfruté hace ya muchos años de la distribución del Discurso Pequeña Historia de una Casa Grande, editado en 1946 y reproducido en el libro que en el año 2003 editó este Ateneo precisamente en Homenaje al ateneísta José María Izquierdo. El Discurso fue pronunciado por el P. Moisés Rodríguez, a la sazón Rector del Colegio, con motivo de su ingreso en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras; el nuevo académico relacionaba la brillante nómina de ex alumnos y entre ellos, cómo no, citaba a José María Izquierdo con palabras de extraordinaria belleza: Lento y triste también, dulce, lánguido y silencioso, figuraba en las largas filas del Colegio, durante los siete últimos años del pasado siglo, un alumno ejemplar, el inolvidable y magnífico José María Izquierdo y Martínez. Sería imperdonable no dejar al lado de su nombre unas siemprevivas fragantes, con la fragancia al menos, que aún tiene en Sevilla su recuerdo…
El Discurso del P. Moisés aludía con profusión a la Fiesta celebrada en el colegio, en el año 1917 en el tercer centenario de la Fundación de la Orden, en la que tan destacado papel tuvo José María Izquierdo, con la simpática anécdota de haber concurrido a ella vestido con el uniforme de colegial: Como el verdadero cariño es ingenioso, -decía el P. Moisés- él fue quien le movió a celebrar el Día del Colegio vestido –hombre ya hecho y derecho– del clásico uniforme colegial, que sólo para aquel día había de servirle: “Galón en el pantalón; airosa gorra, que llama, por lo airosa, la atención, con escudo y con galón; y en la solapa se inflama con fuego de devoción el inefable anagrama del Sagrado Corazón …
Contiene también la edición del Discurso… el bellísimo Poema que José María Pemán le dedicó a Izquierdo y que comienza con versos muy conocidos: Elegido de la luna/ finura y aristocracia / fue sevillano de una / Sevilla de aire y gracia/ que no existe… Andaba callado y triste por los rosales, con blando susurro, y por las estrellas siempre hablando, hablando, hablando de cosas tristes y bellas…
Pues bien, José María Izquierdo redactó una crónica de aquellas fiestas, publicada en un libro que estaba prácticamente agotado hasta que hace poco fue reeditado por el Ateneo y que hoy constituye una joya inapreciable.
Izquierdo tuvo una participación principal en la fiesta. No sólo aparece en la lista de los organizadores, sino que participó en la clase de Retórica y Poética, dándole la lección al P. Antonio López, el “Maestro” que Luís Cernuda recuerda en Ocnos. También hizo la presentación de la obra de Teatro que los alumnos representaron, en la que incluyó una parodia del famoso prólogo de Los intereses creados, de Jacinto Benavente, que merecería la pena que pudiéramos leer en su integridad: He aquí el tinglado de la antigua farsa… la que alivió en esta misma estancia el cansancio de los estudiantes; la que juntó en aula tan espaciosa a los más variados concursos. desde el espetado rector, que interrumpe un momento su docta procura, para desarrugar por un instante la frente, siempre cargada de graves pensamientos, al escuchar algún donaire de la alegre farsa, hasta el pícaro holgazán, que aquí divierte sus ocio horas y horas, engañando al hambre… de ciencia con la risa…
2.4.-La licenciatura.
Izquierdo se licenció en Derecho en la Universidad de Sevilla y se doctoró luego en la de Madrid con una tesis sobre El Derecho en el Teatro Español. A la Universidad quedó adscrito luego en calidad de Profesor Ayudante que compatibilizó con el periodismo y con su amplia actividad literaria.
Del paso de Izquierdo por la Universidad para cursar la licenciatura de Derecho con las asignaturas entonces comunes con la de filosofía y letras, tenemos los testimonios de diversos profesores.
El testimonio valiosísimo de Hazañas y la Rúa quedó recogido en la alabanza del discípulo, pronunciada en la velada necrológica que el Ateneo dedicó a Izquierdo en 1923, poco después de su muerte.
Uniome con Izquierdo –nos dice–, no obstante la diferencia de edades, una intima amistad. Compañero de estudios de un infortunado hijo mío, que le precedió en la muerte, lo quise como a un hijo; no diré que él me considerara como a un padre, pero sí me atrevo a asegurar que fui para él como un hermano mayor y que a pocas personas habrá abierto su espíritu como para mí lo abrió, contándome sus cuitas, solicitando mi pobre consejo en muchas ocasiones y aún haciéndome partícipe de sus satisfacciones y de sus alegrías.
También el catedrático Francisco de Casso nos dejó unas conmovedoras palabras sobre el paso de Izquierdo por la Universidad en su In memoriam publicado en El Noticiero del día 14 de julio de 1922. Lo conocí muy bien –nos dice– cuando él era adolescente y yo todavía joven. Fue mi discípulo, no simplemente alumno. Esto es, convivió conmigo, siguió mis huellas, se identificó con mi labor y cooperó con ella asidua y diligentemente en la Cátedra de Derecho Romano, donde tantos sobresalieron, siendo él, si no el mejor, porque eso era difícil entre jóvenes que todos fueron honor de nuestra Escuela, uno de los mejores…
Nos consta, por otra parte, su intensa actividad académica, que se traduce en las numerosas “Disertaciones” universitarias que incluyó en la relación de su propia obra escrita que aparece en su libro Esquicios… desquiciados.
3.- Las tragedias de su vida
La breve vida de José María Izquierdo estuvo marcada por dos circunstancias trágicas. Una de ellas trágica de verdad aunque no excepcional; la otra vivida como una “tragedia”, aunque desde nuestra actual perspectiva quizás no lo fue tanto.
3.1.- La muerte de su hermano Ángel.-
La tragedia íntima más real fue la muerte de su hermano Ángel a los catorce años de edad, cuando acababa de terminar su bachillerato y estaba a punto de comenzar los estudios universitarios. José María había tomado a su cargo la formación y educación de Ángel, que era su compañero inseparable. Su muerte le conmocionó de tal manera que le dedicó uno de sus mejores libros Divagando… por la Parábola de la vida, En el propio libro le dedica un In memoriam que reproduce una frase de San Ambrosio, que luego resultó ser premonitoria: ¡Oh hermano mío!, puesto que me has precedido, prepárame un lugar en esa morada común que es desde ahora lo que más deseo. No hagas esperar mucho tiempo, te lo ruego, a quien siente tan viva la necesidad de reunirse a ti. Espera al que va acercándose; ayuda a quien se da prisa; y si te parece que todavía tardo demasiado, hazme llegar ¡Oh hermano mío! ¿Qué consuelo me queda sino esta esperanza de reunirme a ti en breve?
Toda la obra de Izquierdo está llena de alusiones al hermano muerto, al que incesantemente recuerda.
3.2.- La tragedia del amor.-
La otra tragedia personal fue causada por un amor roto no por otra circunstancia que la voluntad de la mujer amada. Habían comenzado, al parecer, con buen pie las relaciones de Izquierdo con la hermana de un compañero de la Universidad, la mujer de ojos azules y cabellos áureos a la que, sin duda, alude en Divagando…por la ciudad de la gracia,, con la que paseó una noche estival, dulce, serena y luminosa, por el Prado de San Sebastián, por la orilla del río, desde la que vieron la ciudad de nuestro ensueño. Rota la relación, Izquierdo, que permaneció soltero hasta la muerte, nunca la olvidó. Se ha dicho de él que fue uno de los últimos románticos y como romántico reaccionó. En su obra nos quedan los testimonios de su amor desgarrado: Hacía dos primaveras que los ojos de la amada no encelestiaban el alma…; cuando recorría las tierras andaluzas en busca de un asilo de paz para su alma enferma, se cuidó de publicar sus impresiones de viaje para informar a la ausente de su itinerario… ¿Y la amada? ¿qué te hiciste, mujer? ¿dónde estás que en todas partes te siento y te presiento y en ninguna te veo? ¡pobre corazón! Al alma sin amor, sin amada, sin alas, no le bastan los aires puros de la Sierra y del mar… A la romántica reacción no le faltó la guinda de pensar en el suicidio; alguien que le conoció bien escribió más tarde que le había dicho que se acordaba constantemente de Ganivet, del suicidio de Ganivet. De este pensamiento, del que le salvó, sin duda, su acendrada fe religiosa, nos queda incluso un eco literario, cuando finge, con ecos autobiográficos, el relato de la trágica decisión de un amigo: pausada, tranquilamente, descendió mi amigo al muelle limpio y sosegado, se aproximó a uno de los espigones. Empezó a desfruncir el entrecejo y sus labios a sonreír y salió a flote una vez y otra. Después nada, el río que pasa…
¿Quién era la musa ausente? Lo fácil es acudir a la dedicatoria de Divagando…: Por los claros espacios de este libro –que antes fueron tembladores puntos suspensivos– el alma de Jacinto Ilusión divaga y vuela hacia el alma de Alejandrina Guichot. Alejandrina era hija de Alejandro Guichot y hermana de Joaquín Guichot Barrera, compañero de facultad e íntimo amigo de Izquierdo.
Nada de extraño tuvo que Izquierdo se enamorase de ella. Alejandrina no murió, como pudiera desprenderse de la tragedia de que Izquierdo habla. Lo que ocurrió, sencillamente, es que no correspondió el amor que Izquierdo sentía por ella… se casó y murió muy anciana en Sevilla..
Ninguno de los numerosos testimonios escritos sobre José María Izquierdo que se produjeron tras su muerte, ni después durante todo el tiempo transcurrido, mencionaron, desde luego, a Alejandrina, lo que es fácilmente explicable por el respeto que su nombre y su familia merecían. Tampoco, por supuesto, lo hizo Romero Murube, en su conocido ensayo.
Tres testimonios avalan, sin embargo, la certeza de que fue Alejandrina el gran amor no correspondido de Izquierdo. María Ángeles Infantes, así me lo ha confirmado verbalmente, y su afirmación no es dudosa si se tiene en cuenta la íntima relación que existió entre Izquierdo y Blas Infante. También contamos con la directísima alusión que le hicieron las hijas de José Andrés Vázquez a Juan Holgado Mejías en una entrevista que les hizo para El Correo de Andalucía en el año 1979; y así resulta de de un artículo titulado Alejandrina, que escribió José Ramón Jiménez Benítez en ABC de Sevilla de 29 de septiembre de 1982, cuando ella aún vivía a los noventa y tres años de edad.
Izquierdo dijo de sí mismo, en sinfonía en re, de Divagando… ya citada, que pertenecía a la última generación romántica. He recordado otras veces, por ello, las palabras que pronunciaba Ramón María Serrera en su bellísimo y documentado Discurso de ingreso en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, sobre Verdi. Sevilla y América, al asociar el amor romántico con la infelicidad: El amor romántico –nos dijo– es, no lo olvidemos, un amor siempre imposible, un amor sufriente… Eso fue para Izquierdo.
4.- Crisis familiar. La visión
4.1 Crisis familiar. Viaje al campo

Afirmó Romero Murube en su ensayo que tras el paso por la universidad viene luego la zona oscura, pero breve de la vida de Izquierdo. ¿amor? ¿incomprensión familiar? ¿hostilidad del medio ambiente?
De la tragedia del amor os acabo de hablar; de la incomprensión familiar sólo tenemos unas posibles noticias indirectas y no demasiado explícitas. Romero alude a problemas surgidos como consecuencia de sus deseos de estudiar, frente a la apetencia de su padre de dedicarlo al negocio. Tenemos, por otra parte, una frase del artículo que Cernuda le dedicó en Ocnos que podría marcar la existencia de cierto desapego hacia el hogar: No parecía tener en casa esas cuatro paredes donde encerrarse en soledad con sus recuerdos y esperanzas. Si alta ya la noche se le encontraba alguna vez por las calles, camino del caserón de otros bajo cuyo techo albergaba su sueño…
Frases sueltas de sus obras podrían interpretarse en el mismo sentido, en cuanto pueda subyacer en ellas cierto eco biográfico. Así, en su libro Por la Parábola…, se pregunta ¿no te encastillaste en la torre de tu orgullo?, para responder: me acogí a ella como a un refugio. Vagaba sin norte, ni rumbo; sin hogar y sin lazos y la policía de la tierra no gusta de vagabundos… También en Divagando… podemos leer: El año fatídico y fatal arrebató de mi alma su joya más preciada, la ingenua confianza… desolado el viejo solar, sin fuego el hogar nuevo… Es claro que la desolación de que escribe no era la producida por la muerte de su hermano a que más tarde me referiré, puesto que Divagando… se publicó antes de que ese luctuoso acontecimiento tuviese lugar.
En el hogar, sin embargo, permaneció siempre. Allí tenía, cuando no estaba en el Ateneo o en la Universidad, su lugar de estudio y meditación, en una casa y en su despacho tal como los describió Juan Ríos en la segunda velada necrológica.:
Lo recuerdo en su despacho, Izquierdo vivía en Santa María la Blanca, en la casa más alegre de Sevilla: patio de mármol blanco todo, anchísimo, de un solo piso, con columnas también blancas, y en medio un surtidor, asimismo de mármol blanco, rodeado por macetas de todos los colores y, alrededor de todo esto, la penumbra de las anchas galerías. Inmediato a aquel patio encantador estaba el despacho. Eran dos salones llenos de estantes con libros. En el más pequeño estaba la mesa de José María, cerca de una ventana que daba a un patinillo, también blanco y lleno de macetas. Muchas veces atravesé aquel patio tan alegre en invierno, con tanto cielo y tanta flor, y tan refrescante y cariñoso en el verano con aquel surtidor parlero y aquel toldo rubio. Y al entrar en el recogido despacho encontraba siempre a José María con una expresión peculiar en su rostro, mezcla de placer por la visita y de molestia por la interrupción. Y allí, entre sus libros, en aquella casa recoleta y alegre, más sevillana que ninguna… allí seguía solo y triste.
4.2.- Viaje al mar. La Visión.
Lo cierto es que de esta crisis, producida por “incomprensión familiar” o por cualquier otra causa, tenemos un eco preciso, y bellísimo, en el comienzo mismo de Por la Parábola…, en un texto situado entre 1906 y 1908. Era la urbe una ciudad morisca y eucarística, relicario de la tradición, del arte filigrana; riente y graciosa esplendía en medio de las indefinidas e indefinibles perspectivas de su cielo inmaculado y de su nítida atmósfera, embalsamada con el aroma de los azahares y acariciada por el gran río de los árabes… Pero el impuro prosaísmo aportado por una civilización de acarreo, metalizada y ficticia, negadora del verdadero progreso, empañó la fama legendaria de sus maravillas. Y en su ambiente enrarecido, saturado de egoísmos y ensombrecido por la hipocresía, nuestro visionario perdió la virtud del cuerpo y la paz del alma, la salud y la fe…
Se traslada a una finca de campo, no lejana de Sevilla, pero el campo lo desilusiona. El campo quedó siendo para el visionario una verde esperanza.
De la urbe y el agro, el visionario se partió al pronto … y como él mismo escribe, con el ánimo cansado y el alma dolorida, fue a buscar su salvación en las aguas purificadoras del océano: del océano de la Atlántida y del Atlante… Próxima a la desembocadura, donde la corriente se torna en oleaje, se halla situado entre pinares y macizos un pueblo con título y honores de ciudad. Ciudad famosa por el oro de sus vinos y convertida por la moda en estación estival…
Allí en Sanlúcar, paseando al atardecer, un día más, por la playa solitaria, junto a un castillo en ruinas, imaginó la visión, en realidad, las tres visiones, que marcarían en gran parte su obra literaria y que no le abandonarían nunca. Él se llamaba, a sí mismo, no solo divagador, sino también visionario. Merece la pena aludir a estas visiones por la belleza del relato y por su trascendencia en el espíritu y en la obra del visionario.
Tres momentos distintos y tres apariciones con distintos mensajes sobre su futuro y sobre su vida. La primera visión es una visión de desesperanza. Mientras fulguraban los últimos rayos solares, sin saber cómo ni de dónde, surgió una aparición indecisa, taciturna, incolora la veste, pálidas las mejillas, el rostro ovalado, los ojos claros, los labios contraídos por la mueca perenne de una extraña sonrisa. El mensaje de la veste, fue de relativismo y de desinterés, le dijo que inútil es esperar que los sueños se realicen, que no se afanara por nada ni por nadie, que todo podía ser verdad o mentira, que no aspirara a héroe ni a santo. La aparición se esfumó cuando comenzaron a titilar las estrellas en el cielo y la luna proyectaba en la atmósfera límpida fantasmas de niebla y luz. Ruinas, niebla, luna y rayo, ecos, sin duda, de su becqueriana ascendencia , presente en todo el relato.
Se fue levantando, empero, una suave brisa, que fue creciendo y a su conjuro llegaron negros nubarrones; rugientes olas se estrellaban contra los cantiles del castillo y estalló la tormenta. Un relámpago intenso rasgó las sombras y cabalgando en el violento zig-zag del rayo, descendió una figura titánica, satánica la voz… El mensaje está vez fue de activismo y de conquista: Huye de la mentida ilusión. La vida es lucha cruel y terrible, agítate en permanente contienda, que tu destino sea la guerra sin fin. Orgullo y soberbia sean tu sostén. Sea la venganza para ti, como para los dioses el placer más preciado…
La tercera visión fue la que marcó su vida. Calmada la tempestad, serena y alegre surgía la mañana derramando rosas en un campo de violeta y malva. Era el mar un lago tranquilo de un reino de hadas… Y entonces, misteriosa, recatadamente, al son de una divina melodía descendió de un iris del cielo o de la espuma del mar ascendió, una visión radiante y luminosa. De rubia guedeja, de ojos azules, castamente desnuda… como la imagen de la mujer ideal que amamos. La dicha y la paz sean contigo, le dijo la mensajera, no camines en busca de lo imposible… La felicidad no se encuentra en los deliquios del cerebro, sino en el amor del corazón… Los dogmas son rígidos, fríos, letra muerta sin la fe que los unifique y sin la caridad que los anime… Ama a los hombres y podrás conocerlos y así los perdonarás y serás justo y caritativo. Ama a Dios y así podrás sentir el éxtasis del artista y contemplar las bellezas del universo… la belleza es libertad que al hombre del polvo redime.
El visionario hacia el mar su cuerpo inclina, y en acordes desconocidos se elevan clamores de una humanidad nueva, sublimes armonías que ascenderán en ondas vibrantes y sonoras al espacio infinito.
Frente al mar aquel que me inspiró la “visión” de mi divagación primera, dirá al final del Divagando…; he aquí que un romero visionario y divagador se detiene, dirá al finalizar Por la Parábola…
Tal vez en plena juventud, llegado al mar desde la desilusión y el desencanto, encontró en la supuesta voz de la Venus de Boticelli, un sentido a su vida. Esto ocurrió donde el río muere. Y más tarde este sentido se haría aún más diáfano, allá por Cazorla, cerca de donde el río nace. Veremos luego qué ocurrió allí en una misa pastorela, oída entre voces femeninas que encelestiaban el alma.
5.- Viajes de Izquierdo.
5.1 A Madrid y a Francia.

Hay constancia, no demasiado precisa, de un primer viaje a Madrid y de otro a Francia, del que apenas si queda algún eco en su obra literaria. Romero Murube los sitúa en lo que denomina “la zona oscura de su vida”. El viaje a Madrid lo alude él mismo en Divagando… “cuando crucé por primera vez Despeñaperros en una noche septembrina a la luz de los relámpagos…” El viaje a Francia puede situarse, a juzgar por alguna posible alusión existente en Por la Parábola… en 1911
5.2. Nuevo viaje a Madrid en 1913.
Izquierdo pasó la primavera de 1913 en Madrid, a donde llegó, según él mismo nos dice “en una desconcertada fuga”, con la inicial pretensión, sin duda, de huir de Sevilla bizcar su acomodo cultural y profesional “en la corte”
La estancia está perfectamente datada y es más conocida. Basta advertir que la mayor parte de las cartas inéditas a Miguel Romero Martínez, que publicamos en Noticias… fueron escritas con membretes del Ateneo madrileño en el que, al parecer, se asentó. Desde allí dirigió algunas cartas a Juan Ramón publicadas recientemente por Pineda Novo, en un libro editado por el Ateneo. Es muy conocida, por otra parte, su intervención en el propio Ateneo de Madrid en la discusión de la Memoria sobre la orientación política de España y sus disquisiciones sobre ese mismo Ideal andaluz, que el periódico Fígaro difundió de la mano de Miguel Romero Martínez, quien glosó la intervención de Izquierdo, con el título Jacinto Ilusión en Madrid. El Triunfo de Izquierdo. Si tuviéramos tiempo podríamos leer las bellas palabras que el amigo le dedicó en tal ocasión . José María Izquierdo, Jacinto Ilusión, es el escritor más culto, original y profundo de la actual generación andaluza. Filósofo y poeta, mira a un tiempo la vida con la gravedad del pensador y los amores del artista. Es un sabio que sueña y un soñador que hace pensar. Es un dulce y joven maestro … Por la prensa diaria, local y madrileña, tienen nuestros lectores noticia del resonante triunfo alcanzado en el Ateneo de Madrid…
5.3.- Viaje por Andalucía en 1913.
Aunque también ignoramos fechas concretas debemos situar un viaje por Andalucía tras la “tragedia del amor”, aunque no en fecha inmediatamente posterior. La publicación en La Exposición de las crónicas de este viaje, luego incluidas en Divagando… lo sitúan en la Navidad de 1913, tras volver de la estancia en Madrid. Así parece deducirse de las páginas de Divagando Río abajo, río arriba… en el mar y en la sierra… fui a buscar la salud del cuerpo y de la mente, que perdí con las desesperanzas cortesanas y los desamores provincianos… Los aires del mar y de la sierra devolvieron al cuerpo su vigor natural. Pero ¿y el alma?
Divagando… da cuenta de su paso por la Andalucía serrana, entre Sierra Morena y los cerros de Úbeda, entre el Jándula y el Guadiel, Zocueca- Rumblar. En algún momento de este viaje, en la Noche Buena de una aldea, se obró el “milagro” que Izquierdo relata, en una misa pastorela a la que habré de referirme al glosar su profunda religiosidad.
5.4.- Otros viajes posteriores.
Existen escritos del propio Izquierdo que relatan posteriores viajes por Andalucía, casi siempre de la mano del Ateneo, que se encuentran básicamente relatados en su libro Relieves… sin relieve. También existen datos de otros viajes culturales. Así nos constan:
5.4.1.- Una excursión ateneísta por la provincia de Huelva.
Contiene la crónica el bellísimo relato del viaje en tren con la mención de los lugares que va divisando: Narra la estancia en Huelva en la que aún perduraba el eco de las Fiestas Colombinas y en la que los ateneístas fueron recibidos y tratados con extraordinaria cordialidad.
Mediada la tarde embarcaron hacia Punta Umbría, viaje que Izquierdo relata poseído de la “gracia poética” que la ocasión le depara: Nuestros labios han musitado, sin saber por qué, unos versos de Juan Ramón, el poeta inefable.

… En cuantos barcos
salían, fue mi loco corazón en tu busca…
yo creía encontrarte, pensativa, en La Punta,
con un libro en la mano, como tú me decías,
soñando, entre las flores encantarme la vida…

La excursión continuó a la Rábida: El agua era de una admirable transparencia, y en el ambiente reinaba un maravilloso silencio, turbado sólo por el grito agudo de las aves que anidan en los placeres de las islas de la ría. El celeste del cielo se había tornado azul cuando llegamos a los pies de la Rábida…
5.4.2.- Una excursión universitaria a las provincias de Córdoba, Granada y Málaga.
La narra con extraordinario detalle en cuanto a Córdoba, en el propio Relieves… Se refiere a Granada con una breve nota y, salvo en el título, no hace referencia alguna a Málaga, sustituida por puntos suspensivos
La excursión realizada en diciembre de 1916 se produjo por iniciativa y bajo la dirección de Francisco Murillo Herrera, catedrático de Teoría de la Literatura y de las Artes en la Universidad de Sevilla.
5.4.3.- Una excursión estival por la provincia de Cádiz.
Narrada también en Relieves . Da cuenta de la estancia en Cádiz y el paso por Chipiona, lugar habitual, con Rota, de algunos de sus veraneos
5.4.4.- Una excursión a la Gruta de las Maravillas.
Da cuenta de ella Relieves…a propósito del brindis que efectuó a ruegos del señor Bacarisas, el presidente de esta república de las letras y de las artes en que se ha constituido la colonia sevillana que hidalga y hospitalariamente habéis acogido y agasajado. En la crónica hay también una emotiva alusión a la muerte del hermano Ángel. Termina con una alusión a Sevilla: mi patria es tan llana, que el alma instintivamente busca una altura. Y cuando en adelante mis ojos contemplen la Giralda, mi alma verá en ella un emblema de esta bendita sierra.
5.4.5.- Otra excursión a Huelva.
Reseñada en Relieves…con el título Brindis embotellado que salió a flote como mensaje de náufrago, alude al Discurso de Manuel Siurot en los Juegos Florales de 1916 y afirma que así como Huelva es la provincia trianera de Sevilla, Triana es el barrio onubense de nuestra Ciudad. He aquí por qué esa orilla (derecha) del Guadalquivir debemos elevar el monumento que perpetúe la gesta descubridora de la tierra transatlántica.
5.4.6.- Conferencia en el Ateneo de Écija.
Está aludida en Relieves… sin excesivo detalle, como Prólogo de una lectura dada en Écija.
5.4.7.- Viaje a Constantina. Conferencia sobre Cervantes.
De su viaje a Constantina en el mes de agosto de 1916 nos queda un testimonio amplio. Izquierdo viajó al bello pueblo de la Sierra Norte de Sevilla para pronunciar una conferencia sobre Cervantes y El Quijote, en los ecos, sin duda, de la intensa celebración que hizo el Ateneo en el III centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, conmemoración que, con su destacada participación organizadora, se concretó en las conferencias pronunciadas por y que quedaron editadas en el precioso Álbum Cervantino, aquel mismo año. Tenemos la constancia cierta de la intervención de Izquierdo en estos fastos. Así nos lo decía Luis Montoto al hacer la crónica de los actos celebrados en el Ateneo: el cronista se complace en la alabanza de los Srs. Monge Bernal, Presidente, y José María Izquierdo, secretario, alma del cultísimo Centro que ha vivificado las fiestas.
Izquierdo no sólo contribuyó a la organización de las conferencias de Sevilla sino que pronunció la suya en Constantina el día 29 de agosto del propio año 1916, intervención de la que quedan suficientes testimonios.
Por lo pronto daba cuenta de ella La Exposición nº 95, de 20 de diciembre de 1916, en una extensa nota titulada Divagación Quijotesca, que enmarca una foto de Izquierdo. La nota, en la que se adivina la mano de Miguel Romero Martínez, es expresiva y da cuenta del deseo de la Revista de dar íntegra la conferencia, propósito del que desiste y que sustituye por unos breves párrafos de su contenido a instancias del propio conferenciante a la vez que dejaban al noble deseo de sus amigos de Constantina el honor de publicar íntegro el “Discurso”.
El discurso quedó recogido en un fascículo editado en la localidad, del que tenemos ahora una edición facsímil editado recientemente por el Ateneo.
5.5.- Viaje a Italia en 1921.
Del viaje a Italia en 1921, ya en los últimos meses de su vida, tenemos afortunadamente bastantes datos. No de los del aspecto estrictamente académico, puesto que fue pensionado por la Facultad de Derecho sin que nos consta expresamente el motivo de la encomienda, pero sí de algunos de sus detalles y, sobre todo, de las crónicas que remitió a El Noticiero Sevillano, con el seudónimo Halcyon, a las que se refería el propio periódico tras su muerte, sugiriendo la posibilidad, luego no realizada hasta fecha muy reciente, de que se reunieran en una publicación. También Romero Murube se lamentaba de que no hubiesen sido incluidas en la edición realizada por el Ateneo y el Ayuntamiento, a la vez que destacaba el interés de estas páginas al ser las más cercanas a su muerte. García Oviedo hizo alusión a este viaje en la segunda velada y Máñez Jerez se refirió a él al comentar la visita que Izquierdo había realizado a Asís.
Izquierdo comienza a enviar sus impresiones, tras disculparse por no cumplir su propósito de ver, oír y callar; aprender en silencio y sobre todo no escribir más para el público. Un detalle precioso existe en este primer envío: Yo no me atrevo a criticar –escribe– sino lo que es mío –mis actos– o lo que como mío considero, mi ciudad, mi Sevilla. Claro que aquí al decir “mío” se debe entender “suyo”, de Ella.
Él mismo le decía a Miguel Romero Martínez en una tarjeta enviada desde Florencia, que publicamos en Noticias de la vida… que las crónicas no constituían propiamente una versión definitiva de sus Divagaciones, que pensaba articular y organizar más adelante. La muerte impidió que pudiera hacerlo, puesto que Izquierdo, por el triste y a la vez afortunado privilegio humano de ignorar el “día y la hora”, no sabía que pocos meses después habría de entrar en la inmortalidad.
6.- Actividades “profesionales” de Izquierdo.
6.1.- Profesor de la Universidad.-

De la actividad docente de Izquierdo en la Universidad quedan testimonios diversos. Fue profesor auxiliar y encargado de Cátedra, pero no “catedrático” como en algunos momentos se dijo. El P. Moisés Rodríguez hablaba de su docta cátedra universitaria en el Discurso antes citado referencias. Alejandro Collantes lo llamaba catedrático y poeta aquel hombre bueno que apartándose muchas veces del programa nos hablaba de arte, de ideales, de religión, de patria y nos hacía soñar con ser buenos antes que sabios.
El propio Izquierdo, sin embargo, ironizaba sobre sus carencias académicas. En su obra Esquicios…desquiciados, escribía de sí mismo: El que esto escribe no es escritor porque no “quiere” serlo, ni ha “podido” ser catedrático…
El propio Alejandro Collantes, en su discurso, evidentemente panegírico en la primera velada necrológica, afirmaba que en las horas de clase su palabra maga hacía de cada lección un bello poema, y a veces deteníase para conversar con sus discípulos y comenzaba a divagar. Hablaba nuestra conversación y hablaba nuestra propia jerga, reía de corazón de todos los donaires de la tuna, se interesaba por cada uno y por todos. Aludía también Collantes a las palabras que pronunció a los estudiantes en una fiesta de fin de carrera, en las que se atribuía la consideración de hermano mayor: siempre que os reuníais en nombre del estudio, la gracia estudiantil será con vosotros…; al lado de la estudiantina bohemia, palpita la estudiantina estudiosa tan divertida como aquella y sin duda más regocijada, risueña y reidora, porque el gozo del estudiante no proviene de la holganza bulliciosa, sino del heroico aprendizaje…
Don Carlos García Oviedo también elogiaba su docencia: Formé yo –decía– en el circulo de sus más íntimos amigos. Fui de Izquierdo compañero inseparable. Por muchos años convivimos asiduamente en la biblioteca de este centro, en la que Izquierdo, entre sorbos de café y bocanadas de humo de tabaco, se sumergía en un mar de meditaciones… En ocasiones en serio; en otras, entre veras y burlas. José María hablaba de arte, de historia, de filosofía, de literatura, de todo hablaba porque de todo sabía ¡lástima que un sinfín de sus apreciaciones haya quedado inédito, como perdido en el ambiente del vapor incesante de su ingenio peregrino! Fue el que os habla quien más hizo por encarrilar su espíritu por el camino de la cátedra, sabedor de lo que valía y de lo mucho que en la profesión docente hubiera rendido. Su espíritu irresoluto fue el valladar que se impuso a esta tentativa. Pero no vivió alejado de la profesión docente y de los estudios de Derecho.
Nos quedan otros interesantes testimonios de su paso por la docencia universitaria. Manuel Olivencia Ruiz, socio de honor del Ateneo, nos facilitó un interesante fascículo que contiene el Homenaje dedicado a Santo Tomas de Aquino que la asociación de estudiantes y profesores de la universidad de Sevilla le tributó en el año 1920. El acto académico se celebró con intervención de diversos alumnos y profesores, y entre estos José María Izquierdo disertó sobre el tema Con Santo Tomás no se puede divagar; conferencia fundamental para conocer de su propia mano su concepto sobre el significado de la divagación que caracterizó su principal producción literaria. En la actualidad aquel fascículo que nos entregó el profesor Olivencia está reeditado y fue profusamente repartido entre nuestros socios.
Romero Murube daba cuenta de una anécdota muy en la línea de lo que ya comentaba Alejandro Collantes: era Izquierdo profesor de Derecho Canónico en nuestra Universidad. La clase, a las ocho y media de la mañana. Invierno. Los alumnos van llegando somnolientos, ateridos de frío. Llega Izquierdo. Entra en clase. Alguien dice que lea algo, que hace mucho frío para hablar de derecho matrimonial… Izquierdo sonríe,. Trae un libro en el bolsillo. Amado Nervo. Y lee una composición dedicada al Kempis…
Existen otros diversos testimonios sobre su actividad docente; todos ellos recogidos en la Antología de textos sobre José María Izquierdo que este Ateneo editó en su día, sin perjuicio,, además, de las noticias y anécdotas que él mismo escribió en su libro Relieves… sin relieve sobre su presencia en la Universidad.
6.-2.- Periodista.
Fue, sin duda, su actividad profesional más importante. Por lo pronto, Izquierdo se consideraba un periodista: Las divagaciones de Izquierdo fueron, en primer término, como las de Maragall o las de Xenius, periodismo de altura; periodismo de opinión, de reflexión… sobre esto y sobre lo otro. En Por la Parábola… distingue entre crónica o información (cronista, noticiero) y… la divagación; pero la divagación es periodismo. Nos lo dice también en Divagando… Las divagaciones de ahora (alrededor de la Ciudad de la Gracia), como las de antes, fueron escritas periodísticamente, alrededor del camino (peri-hodós)… por los caminos divergentes… de la vía de mi vida… que ha venido a ser la del ensueño amoroso…
Aunque Izquierdo escribió en numerosos periódicos y revistas, fue, sin duda El Noticiero Sevillano el medio al que estuvo más especialmente vinculado ya en los años finales de su vida. El periódico del día 9 de julio de 1922 al dar la noticia de su muerte decía que entró a formar parte de nuestra redacción a fines de 1919, aunque ya era antiguo colaborador, y a ella ha pertenecido hasta el día de su muerte. Fue nuestro redactor jefe hasta que en fecha muy reciente, con un gesto de los suyos, dimitió el cargo irrevocablemente, sin que a ello le moviese otro motivo que el horror con que huía su humildad de ostentar toda jerarquía por leve que esta fuere.
El propio Noticiero escribía también que la labor de Izquierdo, espléndida por cuantiosa y profunda, queda profusamente repartida en innumerables periódicos y revistas. Buen número de sus admirables artículos y crónicas queda recopilada en algunos de sus libros; pero no todo ni siquiera la mayor parte… Desde que en 1918 publicó Relieves…sin relieve, el inagotable ideario del camarada queridísimo, se acusó en trabajos incontables, que en mayoría vieron la luz en las páginas de El Noticiero Sevillano..
La inmensa mayoría de todos aquellos artículos están hoy recuperados y publicados en condiciones que no pudieron realizar los gestores de las obras completas publicadas por el Ateneo tras su muerte.
7.- Su perfil humano.
Merece la pena detenerse ahora en algunos rasgos de su carácter y en algunos aspectos de su vida.
7.- 1.- Su religiosidad.
La bondad y la religiosidad de Izquierdo han sido destacadas en muchas ocasiones y de ellas nos quedan, además, numerosos testimonios no solo de terceras personas, sino también deducibles de su propia obra escrita.
7.-1.1.-Testimonios ajenos.
Muchas voces, algunas pertenecientes a nombres sonoros de la literatura española o de la historia de Sevilla, ponderaron su calidad humana y su profunda fe religiosa. Así Romero Murube, Sus grandes amores y tragedias ordenaron su vida hacia la perfección y el ansia de santidad.
Hazañas y la Rúa, Hombre de arraigadas creencias religiosas, católico sincero y práctico, que hizo mucho bien con su saludable ejemplo y con su abnegado amor.
Alejandro Collantes, tuvo la bondad del justo y la austeridad del penitente.
Jiménez Ruiz, que había sido secretario del Ateneo apenas comenzado el siglo XX, resplandece aquella fe sincera del que se creía que no es de este mundo el centro de las almas y aludía a su vida ejemplar
Luís Claudio Mariani lo recordaba más que por su excelente obra literaria, por su vida personal: algo que honra muchísimo más su memoria: la obra admirable, callada, silenciosa y cristiana que aquel hombre supo hacer de su vida.
Se destacó también su humildad: Así decía Muñoz San Román la humildad resplandecía como un clarísimo luminar en todas las expresiones de su vida: pasaba ligero entre las gentes, más que por huir de los peligros, por no parecer ni envidiado ni envidioso; y cuando hubo de encontrarse en la multitud se apartaba al lugar más escondido. Así se le ve, incluso hoy, huidizo y como de soslayo, en algunas pocas fotografías que nos quedan de su presencia en ocasiones y actos determinados.
Mañes Jerez daba cuenta de una anécdota en Bolonia en su viaje a Italia poco antes de su muerte de la que toma pie Mañes para situarlo en la estela de San Francisco. Transcribe una carta de Izquierdo, escrita con estas conmovedoras palabras Por mi característica imprevisión, por mi habitual incapacidad económica, llegó un día en que no tenía ni un céntimo en el bolsillo. Así pasé cerca de una semana. Lo único que sentía es que no podía comunicarme con las personas queridas. Esta fue la verdadera causa de mi silencio. Y a V. se lo confío en secreto. Que nadie más lo sepa. Pues bien, en esos días el Poverello d’Assisi, el Desposado con Madame Povertá, fue mi guía, mi señor, mi maestro. Nunca me he sentido más libre, más desligado de cuidados terrenos. Todos esos minúsculos caprichos míos, todas esas mis ficticias necesidades, los dulces, el café, los cigarros dejaron de aguijonearme como por ensalmo. Y lo que es ya un milagro, no me ocurrió nada que exigiese la intervención monetaria.
. El padre escolapio Moisés ponía de manifiesto su fervor religioso, su acendrada piedad y el fuego de caridad cristiana en que abrasaba su espíritu…

7.- 1. 2.- Refrendo en su propia obra.
Todas estas expresivas consideraciones tienen un refrendo inequívoco en la propia obra de Izquierdo. En su obra, por lo pronto, hay páginas bellísimas sobre nuestra Semana Santa; páginas que exceden, desde luego, de cualquier consideración puramente literaria y formal a la que tanto se presta habitualmente la ocasión, para ahondar, por el contrario, en su significación puramente religiosa. Así el epígrafe Silenter, en Por la parábola de la vida, cuya cita íntegra merecería la pena realizar para satisfacción de los numerosos sevillanos a los que, sin duda, habría de conmover.
¡Callad, que pasa el Misterio sublime!… El río gime, los humanos lloran, y la luna nimba a los hombres, subraya las cosas y riela en el río.¡Callad, que el Milagro inefable nos ha traspasado!… ¡Callad, que todo pasa!… Mas algo –que es todo– queda… Un tronco que erguido se alza hacia infinitas alturas, y dos brazos que amorosos se extienden, también hacia horizontes infinitos. Algo que asciende, y algo que abraza… ¡Símbolo divino!
¡Callad, eruditos investigadores y teólogos pedantes! Vuestros fríos y secos razonamientos saben a impiedad… Respetemos el misterio del amor y el milagro de la fe, si deseamos que en las almas vivan las maravillas de la esperanza
También en Divagando… está presente, por supuesto, la gracia de la Semana Santa sevillana, en Luna de Parasceve y en otros epígrafes.
Toda su obra está llena de referencias cristianas. Nuestra crisálida debe volver a Cristo para vivir de eternidad…nos dirá. Nuestra alma necesita ser ungida por el crisma del amor para ser salvada… por Jesucristo, que es el Ungido y el Salvador, la Razón, el Verbo, el Amor, insistirá en Por la Parábola.
Es más, el propio Izquierdo nos recuerda un momento crucial en su vida religiosa, al que me he referido en otra ocasión recordando una cierta similitud de fondo con la noche navideña a que se refiere Santa Teresa de Lissieux en su Historia de un alma como el comienzo de una nueva andadura. La gran Santa universal cuenta la gracia de la Navidad, la anécdota del regalo deseado, el fastidio de su padre percibido por la propia Teresa y la final reacción en la que maduró su espíritu. En esta noche de luz comenzó el tercer período de mi vida, el más hermoso de todos, el más lleno de las gracias del cielo… En esta noche luminosa que esclarece las delicias de la Trinidad Santa, Jesús, el dulce Niñito de una hora, cambió la noche de mi alma en torrentes de luz…; en esta noche en la que Él se hizo débil y doliente por mi amor, a mí me hizo fuerte y animosa; me revistió de sus armas y desde aquella noche bendita no fui vencida en ningún combate, sino que, por el contrario, fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, una carrera de gigante…
También Izquierdo relata una especial gracia navideña, en la Divagación postrera de Divagando… Está en la Sierra, río arriba, donde el Guadalquivir nace y tras recordar la visión de la divagación primera, a orillas del Guadalquivir, donde el río muere, relata el momento:
Y en una Noche Buena memorable –en la Noche Buena de una aldea– se obró el milagro esperado. En la paz de la aldea, el misterio de la Noche de la Navidad, rememoraba al espíritu la poesía de otra Noche pascual: la Noche Santa de la Pasión y Muerte, en el encanto de Sevilla… Todo, la campiña y el pueblo, los montes y el valle, la tierra y el cielo, envolvíase en el místico, acariciante cendal de la niebla –tibio y suave como vaho de madre–. La niebla hiemalina –como la luna vernal– deshacía los contornos de las cosas, las hacía impalpables como las almas. Parecía que en el mundo sólo había almas –almas de pastores que fueran a adorar al Niño de Dios recién nacido, a Dios eternamente renaciendo Niño… Y en medio de aquella soledad poblada de almas– y de aquel silencio –precursor del Gloria in excelsis–, íbamos río arriba, hacia la Misa del Gallo, como los pastores de Belén fueron al Portal en la primera Noche Buena… Durante la Misa pastorela –encelestiada el alma por la angélica melodía que estelaba un coro de amadas voces femeninas –hice el sacrificio de mis ilusiones “sentimentales, sensibles, sensitivas…”
7. 1.3.- Vinculación con las Conferencias de San Vicente de Paúl.
Mención especial merece la vinculación de Izquierdo con las Conferencias de San Vicente, en cuyo seno pronunció las dos meditaciones que este Ateneo tuvo la ocasión de reeditar a disposición de los socios;
Numerosos testimonios, como demuestra la Antología de Textos sobre José María Izquierdo, publicada por este Ateneo, dan fe de la intensidad de su relación con las conferencias de San Vicente
Nuestro Cardenal, Fray Carlos Amigo, escribió en el Pórtico de la reedición de los Discursos pronunciados por Izquierdo en las Conferencias de San Vicente, que cuando Izquierdo hablaba de la filosofía cristiana de la vida, lo hacía con veneración casi mística, dejándose llevar por los caminos que siempre conducían al abrazo de la cruz…
7.1.4.- Hermano de Pasión.
Cabe hacer una última referencia a su vinculación con la Hermandad de Jesús de la Pasión. Familiarmente unido al barrio del Salvador desde la niñez, fue amortajado con la túnica de la Hermandad a la que pertenecía; y en la Parroquia del Salvador se celebraron sus exequias y los recordatorios religiosos de su muerte. Ya tengo escrito y puedo repetirlo ahora, que al morir pudo ver, por fin, el rostro verdadero de la imagen que lo había seducido en su vida.
7.2– Su sentido de la amistad.
Llama la atención al acercarse a la vida de Izquierdo y al leer su obra comprobar cómo cultivó la amistad y los efectos de esta actitud en el doble sentido consiguiente. Izquierdo fue un gran amigo para sus amigos y tuvo innumerables amigos que lo querían y lo admiraban.
Su muerte tuvo extraordinaria repercusión tanto en grandes nombres de la literatura española como en nombres relevantes de la cultura sevillana. Todo ello era, sin duda, consecuencia de su sentido de la amistad para con los demás y de la generosidad de su actitud. La semblanza de urgencia que de él daba El Noticiero sevillano del día 9 de julio de 1922, tras su muerte, desvela una anécdota significativa: sin que en sus palabras hubiera jamás tenue sombra de pedantería, José María recibía un goce inefable al poder contestar cualquier duda que se le expusiese. Una pregunta que se le dirigiera sobre un acontecimiento, un autor o una fecha, inmediatamente era satisfactoriamente contestada. Y no paraba ahí: frecuentemente, tras una respuesta inmediata y suficiente, José María consultaba libros, tomaba notas y dedicaba unas horas a redactar un puñado de cuartillas, que luego entregaba sonriente a quien habiéndole consultado con trivial curiosidad, ni recordaba siquiera haber formulado la pregunta… Juan Ríos Sarmiento expresó esta misma idea, en la primera velada, con notable precisión y belleza: ¿acudisteis a él alguna vez que no os enseñara lo que ignorabais o no os diera lo que le pedisteis? Aun en los momentos en que su flaca confianza en sí mismo le tenia decaído y pesimista, con ese pesimismo que en otros pechos degenera en envidia, si el más feliz y triunfador de sus amigos se le acercaba en demanda de algo que le sirviera de escalón para ensalzarse más, José María, el pesimista generoso, dábale su ayuda y quedábase en la sombra.
Hay que anotar, por otra parte, sus innumerables y excelentes artículos de crítica literaria para comprender que, sin perjuicio de su rigor, son crónicas de amistad, concebidas en muchos casos como apoyo a los más jóvenes. En general, las páginas que dedica al mágico y doliente poeta Juan Ramón Jiménez, a los nuevos Poetas de Andalucía, a los Hermanos Álvarez Quintero, a Rogelio Buendía a propósito del Poema de mis sueños y a tantos y tantos más, Miguel Romero Martínez, entre ellos, son auténticas antologías de una generosa solicitud amistosa. Igual cabe decir, por ejemplo, de las páginas que más adelante dedicará a Blas Infante en Relieves… El sentido de la amistad trasciende a su obra escrita con carácter general, de lo que se podrían señalar numerosísimos testimonios.
7.3.- La tristeza de Izquierdo.
Es un lugar común hablar y escribir de la tristeza de José María Izquierdo. Ríos Sarmiento lo había visto triste en el colegio de las Hermanas del Sagrado Corazón y el P. Moisés Álvarez lo retrata triste, lánguido y silencioso en los pasillos del colegio de Los Escolapios. Romero Murube lo definió poéticamente como uno de esos tristes maravillosos en cuya alma se estaba fraguando la gran aventura del ensueño. Los testimonios de su “tristeza” son constantes y llegan hasta nuestros días, traspasados en muchos casos a las numerosísimas composiciones poéticas que ensalzan su figura. Citemos, por todas, la bellísima elegía que le dedicó José María Pemán: Fue la gracia, la armonía/ la dulzura, la tristeza…
El mismo Izquierdo en sus cartas a Romero Martínez habla de su “tristeza”, de la “tragedia” que flota en torno a él, sin saber cual es.
No es tan claro, sin embargo, que José María Izquierdo fuese “triste” o, al menos, habrá que convenir que fue la suya “una tristeza” lúcida y distinta. Hazañas y la Rúa la negaba tajantemente en las palabras que pronunció en la primera de las veladas que el Ateneo dedicó al glorioso nombre vinculado íntima y amorosamente a la fama y a la vida espiritual de la entidad. Decía Hazañas que Izquierdo era en su época de estudiante universitario un adolescente algo más serio y formal de lo que la juventud suele serlo, pero no lo que llamamos un joven triste: de haberlo sido no hubiera captado mi cariño y mi simpatía tan pronto como lo hizo, que para mí la juventud triste y la vejez demasiado alegre son dos cosas aborrecibles. Izquierdo era serio, formal, como digo y alegre al mismo tiempo, ocurrente siempre, chistoso en ocasiones, aunque él se empeñara en aparecer lo contrario
Ríos Sarmiento, que lo vio también solo y triste en su despacho de la calle Santa María la Blanca, nos dice también que se le veía reír algunas veces, sobre todo en el Ateneo.
Izquierdo, por su parte, en las siluetas de una Extraña Romería, de Por la Parábola de la vida ironizaba sobre los hombres “formales”, sólidos, rígidos, estirados, yertos: –¿No huiste tú, el de los bellos lemas, no huiste siempre de las fiestas populares?– De la bullanga huí, que no de la alegría, hace decir al superhombre que desea emular.
En cuanto a los “tristes” abomina de la tristeza teatral e impúdica de los que prostituyen sus lágrimas y se ríe de los dogmáticos, de los de las “concepciones absolutistas”, sistemáticas e inflexibles (sonriamos al verlos pasar, sonriamos al oírlos declamar, sonriamos al verlos representar). A la Sonrisa le dedicó páginas antológicas en Por la parábola… en Las flores marchitas.
Tengo para mí que la tristeza de Izquierdo debe tener mucho de mito, de lugar común extendido, de imprecisa y discutible verdad repetida mil veces. En cualquier caso debió ser una “tristeza” lúcida e inteligente, iluminada y consciente, compatible con toda su profunda y extraordinaria cultura y con su indudable sentido del humor. Podríamos definirla, incluso, como una tristeza superior, matizada por una poderosa vida interior ¿Era triste porque solía ser silencioso? El silencio es de oro –escribió en Relieves…– para los que saben sentir la soledad sonora.
7.4.- Otros aspectos de Izquierdo.
Izquierdo reclamaba, para sí mismo, una cuota de extravagancia. Quedó solo y huyó del mundo. Se desterró de aquélla sociedad de filisteos y se encastilló en su torre marfileña. Y allí pudo soñar. El mundo hace vagar a los hombres, y luego los llama extravagantes.
El superhombre para Izquierdo es quien es capaz de soñar, que de las ensoñaciones nacen las esperanzas, el que es capaz de conseguir con su esfuerzo un espíritu selecto ¿No te apartaste, tú, el gran demócrata, no te apartaste siempre con repugnancia de las multitudes?– ah… ya… ¡Ya apareció aquello!… Si… Está bien… Es verdad… Tenéis razón: perdonad. Olvidaba que vosotros, los populacheros, los patrioteros, los mojigateros, llamáis pueblo a ese estado social, fragmentario e inordenado,. Incapaces de concebir y de amar nobles y bellos ideales, llamáis religión a un intransigente y vacuo fanatismo; patria a cuatro notas destempladas y a dos colores chillones de un trapo …
Yo anhelo que en cada hombre haya un hombre. Un hombre que sepa sentir y amar, comprender y perdonar. Un hombre que se de cuenta de su misión en la vida; para que sea inviolable y libre en su esfera; paciente y justiciero con los demás…
Izquierdo desdeñó las concepciones absolutistas e inflexibles. Recuerda Me desperté del sueño dogmático: Sonriamos… al verlos pasar. Y pasan jóvenes y viejos, altos y bajos: Y todos son graves, solemnes, parleros. Esa presunción que los domina, esa arrogancia de que alardean, ese rostro mirlado que afectan, no proviene sino de la satisfacción que produce el pleno dominio de la verdad, que, como el éxtasis, desvanece y … endiosa… Sonriamos… al oírlos declamar… sonriamos… al verlos representar.
Si yo me atreviera… les daría algunos humildes consejos. Yo les diría, por ejemplo: El hombre es una cosa muy pequeñita, muy relativa, muy limitada. El mundo es redondo y da vueltas…
Por lo demás –escribió en Esquicios…– Iván el Imbécil –uno de sus seudónimos– no es de los que dividen a los hombres en buenos y malos, para incluirse luego entre los primeros. Eso queda para el juicio final.
Una breve, pero precisa referencia de Izquierdo nos dejó Ramón Carande en su Galería de Raros, en la reseña de Diego Angulo Laguna. Nos habla de sus tertulias en el Ateneo y nos dice que ellas estaba alguna vez, José María Izquierdo. Me parece que estoy viéndole desde la calle Tetuán al pasar y detenerme ante la cristalera. Era José María Izquierdo socio del Ateneo y auxiliar en la Facultad de Derecho, y era, sobre todo, el juglar de la “ciudad de la gracia”; así llamó a Sevilla. Despertaban curiosidad sus silencios, y se escuchaba con avidez su ronca voz. Personaje visto y no visto, nos parecía una sombra, impalpable e inaudible. Murió pronto y es digno de memoria
8.- Conclusión
Bien, hasta aquí, más mal que bien, sin duda, hemos llegado. De Izquierdo se podría seguir hablando muchas horas: generación a la que pertenece, personas y autores que influyeron en su vida y en su obra, jóvenes escritores y artistas en quienes él mismo influyó, su participación en el alumbramiento del Ideal Andaluz, la creación en el pasillo de los chiflados que él mismo pastoreaba, de la Revista Bética y de la colección Ariel, su contribución a la definición y esencia de Sevilla, sus concepciones urbanísticas, el conjunto de su obra escrita, su estilo literario, el uso que hizo de los seudónimos, su relación con el Ateneo, la Cabalgata de Reyes…
Hay que terminar, sin embargo; y queden otras cosas para otras ocasiones.
Alguien puede preguntarse, a estas alturas, cuál es la razón del entusiasmo y el fervor que los ateneístas sentimos por José María Izquierdo. La respuesta es fácil, puesto que la razón no puede ser otra que su propio y profundo ateneísmo.
Izquierdo lo fue todo en el Ateneo. Bibliotecario, Presidente de la Sección de Literatura, Secretario, Vicepresidente…; pero sobre todo fue una persona que vivió para el Ateneo, al que habría que considerar, por encima del tópico que la frase encierra habitualmente, una prolongación verdadera de su hogar. Quienes se han ocupado de aspectos de su vida aluden a su intensa dedicación a la biblioteca de nuestro Centro Cultural, que tras su muerte quedó enriquecida con la donación de sus libros hecha por su propia madre, que le sobrevivió. Luis Cernuda, aludió precisamente a la biblioteca al decir que desde ella tiraba diariamente su talento a la calle en sus numerosas colaboraciones en Diarios y Revistas. Desempeñó brillantemente la secretaría, con un discurso al tomar posesión de ella, que hoy nos complace siempre recordar y releer para aprender de sus enseñanzas. Las referencias literarias a Izquierdo dan cuenta de su asistencia a tertulias y del destacado papel que en ellas desempeñaba. También de su carácter pacificador, al poner paz, serenidad y buen sentido cuando, como es habitual, los ánimos se encrespaban por algún motivo. Días antes de su muerte, pronunció un memorable discurso, en la Junta General de 16 de junio de 1922, literalmente recogido en el acta, en el que ejerció ejemplarmente este pacificador cometido. Nos dejó crónicas de los viajes culturales que realizó el Ateneo; escribió notables artículos sobre la función cultural y social de estos centros y del nuestro en particular; y fustigó, cuando hubo ocasión para ello, lo que a su juicio desentonaba, no era correcto o podía mejorarse, aunque, como él mismo advirtió, se trataba de críticas de amor, de reflexiones como las que solemos hacer nosotros mismos con nuestras vidas para corregirnos.
Izquierdo aglutinó a jóvenes escritores, literatos y poetas diversos, los orientó y los impulsó; contribuyó a la creación de Bética, revista que tanto significó en el origen del andalucismo, a la creación del Grupo Ariel y mantuvo un liderazgo espiritual y literario que confesaron todos con amor y agradecimiento.
Toda esta extraordinaria dedicación de Izquierdo al Ateneo no siempre fue favorablemente entendida. José Gastalver Gimeno, que habría de ser luego Presidente de nuestra Casa escribió en Bética , un caluroso elogio de José María Izquierdo. Pero, a la vez, invitaba a Izquierdo a alejarse del Ateneo y a buscar más amplias perspectivas. No le es lícito a Izquierdo seguir en su tertulia del Ateneo conquistando el asombro diario de los socios a fuerza de sus ingeniosidades. Es preciso que se persuada de que su misión es otra… Sus magnos pensamientos que resplandecen en los libros de Izquierdo, hay que buscarlos en el fondo de una prosa del Ateneo Pongamos de nuestra parte todo el esfuerzo posible para que llegue a oídos de quien pueda remediarlo el mal que a la obra de Izquierdo se le hace, dejándola asfixiar en la atmósfera del simpático Ateneo de Sevilla.
Muchos años más tarde Luis Cernuda, recogería en el capítulo José María Izquierdo, de Ocnos, esta misma idea ¿Por qué se obstinó alicortado en su rincón provinciano, pendón de bandería regional, para unos cuantos compadres que no podían comprenderle…?
Gastalver era contundente. Cernuda, al menos, dudó en su conocido Después de todo ¡quién sabe!… Nosotros, ahora y en todo caso, nos felicitamos por la omnipresencia de Izquierdo en nuestra Casa y mantenemos una profunda gratitud a quien fue tan irrenunciablemente nuestro.
La Cabalgata de Reyes ha contribuido a popularizar la figura de José María izquierdo, e incluso ha dejado un poco en la sombra la extraordinaria e ingente importancia de su vida y de su obra. El Ateneo ha pretendido rescatarla en su plenitud en estos años iniciales del siglo XXI, aunque todavía quede mucho por hacer y sin duda se sigue haciendo, como este mismo ciclo demuestra.
No me resisto a acabar, aunque la cita ya resulte incluso algo tópica y manida, con el final del poema que le dedicó José María Pemán.
Con el íntimo sosiego
de un corazón limpio y sano
cruzó el mundo de la mano
de la ilusión, como un ciego;
Siempre dulce, humilde, llano,
siempre, en sí mismo, lejano,
siempre tras la maravilla
de una imposible Sevilla
de la que él fue sevillano.
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