ATENEO DE SEVILLA

Manuel Halcón Villalón-Daoiz

 Semblanza del ateneísta y escritor sevillano

Nació en Sevilla el veinticinco de diciembre de 1900 en el seno de la aristocrática familia de los Marqueses de San Gil. Su infancia y juventud transcurrieron entre su ciudad natal y los pueblos de Lebrija y Morón, pueblo este último en el que conviviría muy de cerca con su primo Fernando Villalón, el poeta ganadero del arpa y la garrocha. Ya en su juventud Halcón se dio a conocer en el mundo de las letras sevillanas al obtener el «Premio Izquierdo» del Ateneo de Sevilla en 1925 con su primera novela titulada El Hombre que espera, de tema sevillano. En esos años colabora también en periódicos locales como El Liberal El Noticiero Sevillano, y en revistas como Mediodía (cuyo primer número vio la luz gracias a que el autor empeñó un alfiler de corbata), Papel de AleluyasOromana o Letras, revista esta última en cuyo primer número publicaría su segunda novela, Los treinta años de una mujer (1926), en la que ya se anuncia la destreza que en posteriores novelas mostraría el autor para adentrarse en la psicología de los personajes femeninos por él creados. Aún publicaría antes de la Guerra Civil un libro de relatos titulado Fin de raza (1927), que recibió elogios de Pedro Salinas y que preludia un tema fundamental en su obra posterior: la transformación -más que agonía como muchas veces se ha señalado- de un mundo aristocrático que cambiaba a pasos agigantados.

Durante la Guerra Civil sería cuando Manuel Halcón se diera a conocer a nivel nacional a través de sus colaboraciones en la revista Vértice (dirigida durante una época por él) y en el diario sevillano F.E. tras obtener el «Premio Unidad» en un concurso de crónicas de guerra.

También en estos años sería subdirector de ABC, obtendría el «Premio Mariano de Cavia» correspondiente a 1939 y ocuparía los cargos de Canciller de la Hispanidad, Consejero Nacional y Procurador en Cortes, en los que cesaría por sus ideas monárquicas. En 1940 Manuel Halcón publicaría la biografía novelada de su primo Fernando Villalón: Recuerdos de Fernando Villalón, libro que sin lugar a dudas nos atrevemos a situar entre los más bellos de los escritos en lengua española en el siglo pasado y al que algún día los críticos deberán hacer justicia. Tras la publicación de este libro, Halcón dedicaría ya su vida a la literatura, al periodismo (dirigiría la revista Semana durante veintiséis años) y al campo, llevando muy de cerca -pese a fijar definitivamente desde la guerra su residencia en Madrid- las tierras heredadas de su familia en Andalucía la Baja. También en la década de los cuarenta vería la luz su novela Las aventuras de Juan Lucas (1944), su obra de prosa más acabada, que presenta el amor frustrado entre un bandolero y la hija de un conde durante la Guerra de la Independencia, y que pese a lo que se podría esperar, escapa de caer en los tópicos folklóricos de otras obras de este tipo.

Ya en los cincuenta Halcón vería cómo su carrera de escritor se iba consolidando, publicando en primer lugar Los pasos de Mary (1951), novela corta de magnífico tema y de excelente caracterización de la protagonista, pero a la que en verdad hubieran ido mejor algunas páginas más para mostrar más a fondo la transformación de una joven que llega a Andalucía sin conocer nada del campo andaluz y que se marcha de este con la savia de sus plantas corriendo por sus venas. Seguirían a esta obra La gran borrachera (1953), ambientada en Jerez de la Frontera (titulada en su versión teatral Salto al cielo, segunda y última incursión del autor en el género dramático tras su comedia La condesa de la banda, estrenada en 1950); Los Dueñas (1956) novela que podríamos calificar de autobiográfica por los numerosos episodios novelados que contiene de la vida del autor y en cuya primera parte están, sin duda, algunas de las mejores páginas del escritor y tal vez del tema de la infancia en la literatura contemporánea; Fotografías comentadas (1959), tomo recopilatorio de pies de fotos publicados en la prensa; un conjunto de Narraciones (1959), en la misma línea que otro tomo de Cuentos, publicado en 1948; y Monólogo de una mujer fría, que, publicada en 1960 valdría al autor el «Premio Nacional de Literatura» de ese año, además de abrirle las puertas de la Real Academia Española de la Lengua. Aunque el verdadero protagonista de este relato es un hombre, Jesús Vargas, el mérito principal de la novela consiste en que este se halla estructuralmente encerrado en el monólogo de la mujer que intenta «fijarle» para ella, Anita Peñalver, un personaje femenino a la altura en su introspección psicológica, por lo menos, de los salidos de la pluma de Valera.

En los sesenta Halcón publicaría Desnudo pudor (1964), su novela sobre la Costa del Sol, Ir a más (1967), novela donde junto a Manuela (1970), Halcón se acerca extraordinariamente al campo andaluz, penetrando en él y en sus personajes, siendo uno de los escritores españoles del siglo XX que junto a Delibes o Muñoz Rojas con mayor autoridad, conocimiento y soltura ha escrito del agro. Ya en sus últimos años Halcón vería con ilusión la aparición de una cuidada edición de sus Obras Completas (1972), en las que sólo faltan las de juventud, y de su última obra, Cuentos del buen ánimo (1979), cuyo mismo título apunta la visión esperanzada en el futuro de un escritor que rondaba ya los ochenta años y que aunque no gustaba por su talante y señorío -que no señoritismo- de quejarse públicamente de ello, se sentía injustamente olvidado o mal comprendido por buena parte de la crítica. Ello le llevó a limitar en sus últimos años sus salidas y apariciones en público, prácticamente reducidas a las sesiones de la Academia, y a refugiarse cada vez más en su familia y sus amigos, hasta morir trágicamente de un disparo en su domicilio del Paseo de la Castellana de Madrid un caluroso veintinueve de julio de 1989.

JOSE VALLECILLO LOPEZ

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