ATENEO DE SEVILLA

ENSUEÑO DE INVIERNO, por Manuel Gil Barragán

El sembrador, V. Van Gogh

La tarde es gris. El otoño se viste de colores, rojos, ocres, amarillos, llamea el bosque. Los árboles se desnudan y ateridos blanquea sus troncos la escarcha; cruje la tierra suelta en cristales de hielo –dientes de perro le llaman-. El suelo alfombrado de hojas, se torna resbaladizo y un airecillo sutil clava en el rostro y las manos el espasmo del frío, mientras la soledad se escucha en los pasos. El trino de los pájaros se acalló y todo aboca al invierno que se acerca con su vestido del armiño y una espada de hielo que cercena el aliento.
En las cumbres se posan diminutas mariposas blancas –los primeros copos- y arriba, las nubes, trazan mil brochazos oscuros como ubres de agua-hielo, dispuestas a romperse, sólo dulcifica el escenario, los campanillos del ganado que regresa a los establos en busca del calor del refugio. Los pastores, ni siquiera han de azuzar los perros o arrear a los animales, todos buscan la meta donde alcanzar el premio, el alivio al beso que hiela, del viento, de la tarde que avanza y las sombras… ya suben del valle, se aúpan buscando alcanzar las crestas, mientras gime el viento presagios de duelo.
Y yo me emborracho de sueños y lumbres, crepitar de los leños. Observo la llama que lame la leña, sus colores azules y fuego, bailando una danza que también desconozco, con sus velos negros.
En mis manos sujeto un vaso de mosto, aún turbio por joven, apenas nacido de la oscura ubre de un tonel de roble que rezuma entre duelas, el perfume inmenso de la madre uva, un rito de sombras en soñares vivos. La bodega respira esperanza de sueños, juguetean los gnomos corriendo del leño que arde en la hoguera y la parsimonia que enlaza, mi noche-mosto y la vida.
La verdad, no sé si pienso o medito, si acaso ha parado el ritmo mi pecho. Absorto desgrana mi alma un rosario de inquietos, de luz y tinieblas, o tal vez, de miedos. Pasan las horas muy quedas, muy lentas y sólo el sorbo de mosto en mi boca, besa mansamente, quizá mi tristeza.
Benditas las sombras que como fantasmas me da la candela en juegos secretos de no sé qué novia, en la “gallinita ciega” que ríe la alegría de una canción nueva en mi tarde sola, en mi noche vieja.

 

Manolo Gil

Presidente Asociación Literaria Aloha
 

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