Según el famoso escritor e historiador sevillano D. José Gestoso, la procesión del Corpus Christi en Sevilla se empezó a celebrar en torno al 1454 aunque, fue en el siglo XVII cuando alcanzó su culminación.
En 1730, el Rey Felipe V y su familia, pudieron presenciar la procesión del Corpus sevillano desde la calle San Gregorio y, frente al balcón donde estaban ubicados, fue levantado un vistoso arco y fueron adornadas las calles de forma esplendorosa. Y, aunque en el siglo XIX hubo cierto decaimiento de esta festividad, en el XX volvió a recuperar su brillantez.
Un poco antes de que terminara la misa solemne presidida por el Arzobispo de Sevilla, tras la imagen de San Fernando, las autoridades militares y los representantes de la Cámara de Comercio, en representación del Excmo. Ateneo de Sevilla, iban: D. Alberto Máximo Pérez Calero, D. Miguel Cruz Giráldez y D. Carlos Gálvez Martínez, presidente, adjunto a la presidencia y secretario, respectivamente.
Durante el recorrido procesional por las engalanadas calles más céntricas de la ciudad vimos preciosos altares, tapices en los escaparates de los comercios, elegantes colgaduras en los balcones de las casas y una gran cantidad de romero cubriendo el pavimento del itinerario. Oímos la inmensa sinfonía que, procedente de las campanas de la Giralda, llenaba el aire de una magia transcendental y, desde el centro de las calles, percibíamos el sentir, el latir, el refinamiento de la sensibilidad y el fervor de los ciudadanos.
Y, el perfume propio de la primavera sevillana mezclado con el del incienso y las fragancias de azahar, uva y liturgia, nos pareció algo tan dulce como espiritual.
…En el relicario de mi alma, guardaré, siempre, el recuerdo de aquel jueves que, por cierto, “relucía más que el sol”.