El Excmo. Ateneo de Sevilla a través de su dilatada trayectoria cultural desde su fundación el 6 de marzo de 1887 ha contado con una amplia nómina de Presidentes, entre los cuales hay profesionales del ámbito científico, como la Medicina, hasta el ámbito Humanístico (juristas, filólogos, etc.). Todos ellos han dejado su huella en el Excmo. Ateneo, desde el primero y fundador, D. Manuel Sales y Ferré, hasta el actual, el Dr. D. Alberto Máximo Pérez Calero, quien ha llevado a cabo una profunda labor de investigación para conseguir las imágenes de todos ellos, que permanecen expuestas en una galería ubicada en la planta primera del Excmo. Ateneo de Sevilla.
Las semblanzas de los Presidentes fallecidos están recogidas en los diversos tomos de los Diccionarios de Ateneístas, que ha publicado el Ateneo. Los libros están disponibles para consulta en la sede del Excmo. Ateneo de Sevilla.
Manuel Sales y Ferré, Fundador y Primer Presidente del Excmo. Ateneo de Sevilla
Semblanza publicada en el Diccionario de Ateneístas. Tomo I
(Presidente 1887-1888)
Manuel Sales y Ferré, Ulldecona 1843 – Vinarós 1910. Los tramos de Historia de la España Liberal fueron de corta duración, precedidos por un continuado reaccionarismo y vindicación… ¿qué otra conducta fue la mantenida por Fernando VII, el «Deseado», fusilando en las playas malagueñas a Torrijos y sus seguidores, venidos del reducto gibraltareño con el ansia de ver ondear la bandera de la Libertad? ¿O Marianita Pineda, que derramó su joven e inocente sangre en el cadalso de una plaza de Granada?
En el último tercio del siglo XIX, un pensador, Julián Sanz del Río (1814-1869) (depuesto de su cátedra en 1867 y vuelto a ella en 1868), conoce en su periplo por París y Heildelberg el «Ideario para la Humanidad», del filósofo alemán Karl Cristian F. Krause, (1781-1832)… Con un lenguaje en cierta manera confuso, va desgranando su teoría, que, más certeramente, es una propuesta de conducta… Frente a las tesis dialécticas de Carlos Marx, propone una solución sincrética, de tolerancia y respeto a las creencias y, por supuesto, al cristianismo, lo que, según su visión idealista, ha de conducir, inexorable, a la paz. El sistema resulta, pues, un «racionalismo armónico».
Panenteismo (es decir, todo «en» Dios) y no panteismo (que equivale a todo «es» Dios), abandono de tesis metafísicas y religiosas, impuestos, instrucción de la mujer y concepción de la Humanidad toda como un organismo, como orgánica es también su evolución… Federalismo/universalismo: ¿no nos trae a la memoria el pensamiento de Pi y Margall y del Proyecto de Constitución de la efímera I República(1873)? ¿No se asemeja al contrato sinalagmático de Proudhon?… De ahí, un salto «cualitativo» desde la Filosofía de la Historia al progreso científico, a la observación de los hechos, su reflexión y valoración de conclusiones, por ello, sometidas a verificación. Krause es un sociólogo «avant la letre». Un espacio está reservado a la fe y otro a la razón. Decae lo metafísico-escolástico y se levanta el altar de la razón. Por algo no fue leve el impacto de la Ilustración que derrumbó el edificio jurídico-político del «Ancien Régimen» absolutista, para sustituirlo por el Nuevo, liberal, y, no obstante, cerrado sobre sí mismo, que considera a quien de él se desvía un ser necesitado de «resocialización», de recuperación. No otra es la concepción de la pena que lanza el jurista, también krausista, Röder… y que ha de inspirar el pensamiento de nuestra Concepción Arenal, recluida en los riscos de Cantabria, y, sin embargo, abierta al mundo que ya había empezado a alborear…
Kraus, indirectamente a través de Sanz del Río, creará Escuela en nuestro país: Francisco de Castro, Giner de los Ríos, Salmerón, Francisco de los Ríos, Carlos Cañal, Lasso de la Vega, Silvela, Leopoldo Alas, Adolfo Posada, Dorado Montero, Rafael Altamira, Manuel B. Cossío y otros más próximos, José Castillejo, Antón Oneca, los hermanos Machado: Finalmente Ortega y Gasset, García Morente, Azaña, Marañón…
Entre aquéllos, Sales y Ferré. Con ese bagaje krausista (que, más tarde, será crítico y positivista) arriba a Sevilla (1874), ciudad en la que se integra en sus círculos intelectuales. Asiste a famosas y minoritarias tertulias, en 1879 es vicepresidente del «Ateneo Hispalense» y el 6 de mayo de 1887 preside e inaugura el «Ateneo y Sociedad de Excursiones de Sevilla»(en cuya directiva figuran Francisco Pugés, Alejandro Guichot, González Ruiz, Sánchez Dalp, Cano y Cueto, Antonio María de Ariza),que, en honor a su nombre y propósito, extiende el saber desde la observación directa de la naturaleza: Ecija, el mirador del Aljarafe… ciencia, en suma; positivismo y no mera especulación teorética. El «Ateneo» se instala en sucesivas sedes: calle de Alvareda, Santa María de Gracia, Sierpes…
Sales y Ferré busca la Verdad («¿qué verdad?» inquiere tiempo después Antonio Machado, en una honda meditación. Creer y tener certidumbre eran, hace años para el profesor Laín Entralgo, dos extremos del recorrido vital), Verdad científica, educadora, como guía y pauta de comportamiento, es decir, de coherencia, fue la propuesta de Sales y Ferré. Por lo mismo el Ateneo, como su divisa proclama, da luz, cual permanente luminaria… Espíritu krausista animó a la Institución Libre de Enseñanza (ILE), silenciada durante la Dictadura y con sede actual en el madrileño Paseo del General Martínez Campos, y a ella se adhiere Sales y Ferré; es decir, a su Boletín, que corresponde ponderando el quehacer del Ateneo de Sevilla que resultó fructífero y expansivo: clases de dibujo, exposiciones, música, idiomas… Educación, por ello, integral, base y estado del hombre armónico. Sales y Ferré, en ese transcurso, irá adecuando sus propios criterios, que, como se sabe, concluyen en un positivismo crítico, coincidente con el saber jurídico. Individualismo que se alza hacia lo colectivo y no, contrariamente, tesis generales que ahormen a cada ser… Ni socialismo coercitivo ni individualismo egoísta e insolidario.
En 1899 Sales y Ferré toma posesión de la primera Cátedra de Sociología en España; concretamente, en la Universidad madrileña, que, en el último tercio del siglo había visto gravemente herida la libertad de Cátedra, provocando la separación de famosos profesores y la solidaridad de otros…
Sales y Ferré se sumerge en el buceo de la Historia del Hombre desde su origen tribal-salvaje hasta los periodos de desarrollo científico. Pasan las hojas del tiempo y la conformación evolutiva de la organización político-social de la Humanidad, es sin duda, ascendente, aunque no a la manera selectiva spenceriana. Poligamia, hetairismo, vínculos de sangre, la gens y la matría, el posterior predominio del hombre; la ciudad «timocrática» (con el consiguiente desarrollo del comercio). Imperio, feudalismo, clases enfrentadas, avances y retraimientos, derrumbamiento de los monarquías «totales», absolutistas, sociedad liberal, influjo del medio (físico e ideológico, anticuerpos necesarios) y un período esencial: el de Carlos III, venido rey de Nápoles y proclamado de España e Indias, renovador, pacífico, honesto, rodeado de «novadores» (Conde de Aranda, Campomanes, Jovellamos, Flores Estrada…). España cambia: Reales Sociedades Económicas (en la sevillana figuran nombres ilustrados de ayer y de anteayer: Olavide, Jovellanos, Conde del Aguila, y, por supuesto, Sales y Ferré).
Casó el eminente sociólogo con una joven de Astorga, que le sobrevivirá largos años. La actividad de Sales y Ferré es prolífica: conferencias, traducciones del alemán, francés e inglés, se ocupa de la llamada «cuestión social», tema esencial en un país que vivía un liberalismo meramente aparencial cruzado por el caciquismo (Costa tenía razón, excepto en su llamada al «cirujano de hierro») y el abismo entre una minoría agrarista-terrateniente y rentista y la masa ingente de campesinos-braceros, analfabetismo y desesperanza. Aun estaban en la memoria terribles procesos y condenas, los levantamientos del campesinado andaluz, tan exactamente analizados por Díaz del Moral, notario que fue de Bujalance, y que uno de sus hijos, Juan, refería con palabras llenas de admiración las excursiones de ambos, a caballo, por los pueblos de la serranía cordobesa, en búsqueda de datos con los que el fedatario anotaba aquella lacerante realidad.
Vida, la de Sales y Ferré, que, apartada de «su» Sevilla, le traería el consuelo intelectual de escribir un magno tratado de «Sociología General».
Hay trabajos eminentes y sobre nuestro personaje: «El nacimiento de la Sociología en España: Manuel Sales y Ferré», de Núñez Encabo (1999), «La introducción de la Sociología en España», de Rafael Jerez Mir (1980), que unidos a los ya clásicos de Elias Díaz, sobre el Krausismo español, Azcárate (biografía de Sanz del Río), Juan López Álvarez («La Institución Libre de Enseñanza»), Elena M. De Jough-Rossel («El krausismo y la generación de 1898»), Enrique M. Ureña y Pedro Álvarez Lázaro («La actualidad del krausismo, en su contexto europeo»), y la compilación sobre el trasfondo krausista en la democracia argentina (Fundación Friedrich Ebert. Hugo Biagini) forman legión para penetrar y entender el pensamiento filosófico y moral de Krause, orillado de vericuetos formales y, no por ello, menos apasionante por la recepción filosófico-social y jurídica que tuvo en nuestro país y en el primer Presidente de la docta casa hispalense. Y aún más, el espíritu que, mochila al hombro, libro de notas (como Borrow, Gautier, Irving y Caro Baroja, y tantos otros peregrinos de la trashumancia antropológica y literaria) germinó en el renacer en convivencia y paz, que, en definitiva, es el espíritu andariego y científico que preside hoy el Ateneo de Sevilla, en su extensa e imparable convocatoria a la sociedad.