ATENEO DE SEVILLA

El Ateneo entregó la medalla de Oro a Cáritas Diocesana y un donativo para su labor asistencial

En el Ateneo se celebró el acto de entrega de la medalla

El martes 29 de enero a las 20 h tuvo lugar en el Salón de Actos de la Docta Casa el acto de entrega de la Medalla de Oro del Ateneo a Cáritas Diocesana de Sevilla y de la entrega de donativo para su labor asistencial. El acto estuvo presidido por el Presidente del Ateneo, D. Alberto Máximo Pérez Calero, el Secretario General, D. Antonio F. Bellido Navarro, y justificó la distinción D. José Domínguez León, Presidente de la Sección de Literatura del Excmo. Ateneo de Sevilla.

 

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JUSTIFICACIÓN DE LA DISTINCIÓN A CARITAS DIOCESANA DE SEVILLA DE LA MEDALLA DE ORO DEL EXCMO. ATENEO DE SEVILLA.

EXCMO. ATENEO DE SEVILLA. 29 DE ENERO DE 2013.

José Domínguez León, Presidente DE la Sección de Literatura del Excmo. Ateneo de Sevilla.

 

Hace unos años me pidieron, desde Justicia y Paz, que presentase en Sevilla lo que se suponía iba a ser el Catecismo de Doctrina Social de la Iglesia. El documento, que aún tardaría varios años en ser promulgado por Su Santidad el Papa Juan Pablo II, apareció como “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”, se presentó en la iglesia del Señor San Jorge, de la Santa Caridad, a pocos metros de la cripta donde descansan los restos del Venerable Miguel Mañara, con la asistencia del Señor Vicario General de la Diócesis.

Contábamos, por fin con un denso documento que respaldaba tantas acciones de la Iglesia que se hallaban insertas en lo que podemos entender como Doctrina Social, y desde la teología moral se ofrecía un verdadero tesoro para el análisis y la comprensión del mundo actual, hecho válido para todas las personas de buena voluntad, con independencia de sus credos o ideologías. Los católicos podían apreciar con nitidez el conjunto de doctrinas sobre los más variados y amplios aspectos que, en materia social, han de ser contemplados desde la teología moral. La Iglesia ponía en claro aquello que había sido acrisolado a lo largo de siglos como práctica común llevada a cabo por los fieles, así como por instituciones y organizaciones de todo cuño, eclesiásticas clericales y también de laicos.

En Europa, España, Andalucía y Sevilla han existido sobradas muestras de lo que los creyentes han ido planteando en el ámbito de la doctrina y la acción social de la Iglesia. No es un camino nuevo. Se halla repleto de movimientos y actos de auténtica fraternidad cristiana, de ejemplos sobre cómo en cada momento de ha abordado el tratamiento de las necesidades más apremiantes de los hermanos.

El lema “Donde hay caridad y amor, allí esta Dios” nos lo dice todo.

¿Qué es Caritas? ¿Quiénes están tras ese título y emblema? ¿A qué se dedica?

Caridad es amor, y Caritas, como institución, muestra y demuestra el amor a los que más lo necesitan, a hombres, mujeres, niños, ancianos, inmigrantes,….., que se encuentran en un mal momento de sus vidas.

Los romanos, cuando construían un mosaico, empleaban miles, decenas de miles de teselas, de pequeñas piezas que lo componían, pero la imagen central, minuciosa, primorosa, muy artísticamente realizada, la “emblemata”, resumía y simbolizaba todo el contenido de la obra, y solía estar realizada en talleres de la propia capital del Imperio, es decir, en Roma, desde donde se transportaba hasta los confines de un extenso territorio. También Caritas es obra de la Iglesia, y se extiende por el mundo, aunque la patente, la “emblemata”, es el amor y es universal.

El amor es la obra general de una Iglesia instituida en torno a la entrega de Dios hecho hombre, que padeció como hombre y, con sus manos de carpintero, y rodeado de una guardia de humildes pescadores, conquistó el mundo por medio de su sacrificio.

El núcleo de todo es el amor y Caritas, hoy, cumple con ese mensaje evangélico con un lema que resuena en nuestros oídos: “Trabajamos por la justicia”.

Se nos indica que Caritas es la organización oficial de la Iglesia Católica en España, para la acción caritativa y social, instituida por la Conferencia Episcopal Española.

Hoy es la institución más valorada en España, en diferentes medios, teniendo presente la labor que desarrolla. Esto no es nuevo, sino que se entiende como una culminación de un muy largo proceso de ejercicio de la caridad, desde una perspectiva de reconocimiento por la sociedad civil, labor en la que se añaden los conceptos del quehacer humanitario, como son el tratar con honor y respetando la dignidad de las personas atendidas, realizando un ejercicio de solidaridad real, no restringida ni forzada, materializando la cercanía y el acogimiento, la eficacia y la prontitud en la respuesta, la certeza en las medidas adoptadas y un sinfín de aspectos de ejemplaridad en valores humanos difícilmente descriptibles.

La cara humana de Caritas la componen miles y miles de personas en muy distintos niveles, desde los puestos responsables y directivos, los profesionales que trabajan bajo su bandera y,  especialmente, quiero detenerme en el anonimato de quienes, en la Caritas Parroquial, atienden a los más necesitados y contemplan el rostro del dolor.

No son “estadísticas” ni “casos”, sino personas alcanzadas por la desgracia o, como decimos en esta tierra, por un golpe, o por varios, de mala suerte. Esos voluntarios están a pie de obra, son soldados que atienden  muchos frentes, que pelean día a día, a veces con el solo recurso del amor y del buen hacer. Reciben, acogen, escuchan, atienden, verifican, proponen, piden, dan,…., se dan, se entregan. Se constituyen como el referente de todo un ejército que posee solo el arma de su corazón, su entendimiento, su fe y sus manos. Cada uno aplica el principio de que una mano no sepa lo que hace la otra, pero también el de los vasos comunicantes, es decir: lo que por un lado llega, por otro sale. Siempre dar, ofrecer, compartir, examinándose y siendo examinados, cada día, a cada momento, en cuantas acciones desarrollan. Cuando se canta “al atardecer de la vida, nos examinarán del amor”, se dicta una especie de vaticinio que ha de transformarse en sentencia. ¿Cómo se examinará a Caritas? ¿Y a cada uno de sus miembros? ¿Y a cada una de las células que laten a favor del amor más fraterno?

En nuestra sociedad se emiten tópicos constantemente. Uno de ellos consiste en que la caridad suplanta a la justicia, que no se debe practicar un gesto para solucionar a una persona una situación comprometida, pues en ello va inserto un abandono de la búsqueda de la solución definitiva de las situaciones que se producen como consecuencia de la injusticia.

Caritas hace una incursión en enderezar pequeños caminos tortuosos, pero muchos, de manera que trabaja a favor de la justicia. Además, se pretende y se labora para que las personas logren salir de sus situaciones de conflicto, para que remonten, para que superen la hondonada. Eso es también justicia, aunque vista desde el amor.

Como culminación de un largo proceso, en 1957, fue creada por la Conferencia de Metropolitanos la Comisión Episcopal de Caridad y Beneficencia de la Iglesia, al tiempo que se constituía Caritas Española, ya como una entidad independiente y con una personalidad propia.

Todo esto como corolario de un importante proceso en el que la Iglesia española se acomodaba a las directrices y movimientos más generales, dado que desde 1951 se había organizado Caritas Internationalis. Igualmente, Caritas Española se acogió a la estructura de Caritas Europa.

Así, vemos una ya larga trayectoria, más bien historia, de una organización que siendo de la Iglesia y participada inicialmente por el clero, los prelados diocesanos, organizaciones de religiosos y asociaciones que, como  la de San Vicente de Paúl, hunden sus raíces en el siglo XIX, se ha engrosado gradualmente por fieles laicos.

Esto implica que se constituye no solo como organización propia de la Iglesia, sino como un amplio movimiento de acción social.

Las cifras que nos revelan la realidad organizativa de Caritas, en su nivel nacional son denotativas de una estructura propia de un ejército dedicado al amor. Cuenta con unos 60.000 voluntarios y por encima de 4.000 trabajadores, así como con unos 90.000 socios y otros tantos donantes (estas cifras están referidas al final de la pasada década). El volumen de gestión de recursos económicos es muy elevado, y cada diócesis, incluida la de Sevilla, presenta las oportunas cuentas.

Los fondos proceden, fundamentalmente, de la acción privada, a base de donativos de particulares, aunque no se descarta, en la medida de lo posible, un apartado de financiación pública, que puede corresponderse con la administración autonómica, la central, la local, e incluso la que procede de la Unión Europea, en lo esencial orientada a la puesta en práctica de proyectos dirigidos al desarrollo de acciones formativas y tendentes a crear trabajo y tejido productivo.

La palabra “crisis” no es un eufemismo que deba servir para aplicar a los desastres de una situación económica y social. Es un zarpazo contundente al corazón de nuestra sociedad, y produce afectados, víctimas, quienes sufren las consecuencias de las desigualdades, las asimetrías (término con el que ahora se enmascaran, técnicamente, tantos desequilibrios e injusticias). En puridad son eso, injusticias.

Todo esto afecta a millones de personas en nuestro país, en nuestra Diócesis, nuestra provincia y nuestra ciudad. Caritas no cesa de hacer llamamientos al amor, a la justicia y, desde una perspectiva laica, a la solidaridad, toda vez que se aprecia en gran medida la ampliación del grupo humano que pasa a integrar el campo de la pobreza, que nutre el umbral de la pobreza, y todo esto en medio de un alto riesgo de exclusión social.

Cada vez que en las primeras misas dominicales de cada mes se deposita una aportación, sabemos que el destinatario es Caritas y, por ende, eso va destinado a los más necesitados. Así, se construye un gran andamiaje de amor, a base de pequeños gestos amorosos, de caricias y de guiños que encarnan el mensaje evangélico: “lo que hagáis con uno de estos, lo estáis haciendo conmigo”.

Caritas realiza estudios, prospectivas, análisis de realidades concretas, y esto podría llevarnos a pensar que el siguiente paso es la teorización. Podría ser así, pero en realidad, pasa siempre, directamente, a la acción.

Nos indica que las estructuras de atención a los más desfavorecidos se hallan al límite, y nos invita a seguir en el esfuerzo común. Colectivo, amoroso y solidario, en el que creyentes y no creyentes hacen causa única. Salvar al hombre, salvar al género humano, sin preguntar por el credo, la raza, la procedencia, ni siquiera el proceder. Todos los destinatarios del amor desplegado por Caritas son una especie de rostro homogéneo, casi único. Ahí estamos todos reflejados y retratados.

Hace unos años saltó a la luz la noticia de que una coalición de izquierdas proponía que en la Declaración de la Renta se optase por poner el signo afirmativo en la casilla correspondiente, para dar a la Iglesia la parte del contribuyente destinada a la misma. La argumentación era que Caritas se distinguía por ayudar a cuantos acudían en demanda de lo necesario, sin hacer distingos de ningún tipo.

Detrás de tantas intervenciones de Caritas se encuentran miles y miles de colaboradores, voluntarios, gentes anónimas que suelen ser conocidas, simplemente, por sus nombres de pila, en sus parroquias o en las unidades que atienden en primera instancia a las personas necesitadas. Son y suponen la cara del sistema, como aquellos apóstoles que solo eran conocidos por su nombre, casi siempre sin referencia a su familia, origen, procedencia, linaje. Hoy se continúa con esa especie de estirpe de colosos que ofrecen a los hermanos tocados por el infortunio su tiempo, su saber, su cálida palabra, su mano firme y atenta, su todo acogedor.

Son esas personas anónimas que hacen y acumulan horas de despacho, de visitas a los hogares desprotegidos, de búsqueda incesante de recursos, y de muchas acciones que jamás aparecerán en un titular de prensa, ni en la cabecera de un telediario, ni nadie les entrevistará para una cadena de radio.

Se entregan a los demás y dan una parte de sus vidas. Si sumásemos esas horas, como las horas de vuelo de un piloto, obtendríamos como resultado que algunas de esas personas acumulan miles, tal vez decenas de miles. No solo no se llevan nada a casa, sino que, a veces, arrastran el dolor ajeno como si fuera propio, y se visten de entereza cuando, de corazón, estarían deseando romper la baraja del juego de la desigualdad tan acentuada. Se cargan de fatigas y sufrimientos. Se hacen valientes ante tanta adversidad, y algunos hasta se dan ánimos, mutuamente, como intentando hallar la panacea para ayudar sin hundirse. ¿Cómo ayudar sin quemarse? Así es el título de un libro de autoayuda. Pero la realidad es durísima de sobrellevar. 

Eso es Caritas. Así es Caritas. Y en Sevilla, y en la Diócesis Hispalense se sabe muy bien quién está dispuesto a sacrificarse, con tal de allegar los medios y recursos oportunos a quienes se encuentran faltos de ellos y, en muchas ocasiones, al borde de un terrible precipicio.

Las mujeres y los hombres de Caritas, laicos en su mayoría, son un ejemplo y un faro para tiempos difíciles. Anuncian la buena nueva del áncora de salvación cuando el naufragio vital se presenta.

Hablar de Caritas, sobre todo en nuestra tierra meridional, y en nuestra Diócesis, y más aún en esta ciudad siempre compleja en sus formas y problemas, es hablar de lo fraterno, no solo del amor hacia las personas, sino que eso se vive y ejemplifica de manera fraternal.

Decir amigo y hermano es recordar que los seres humanos han de distinguirse no solo por sus elementos física o culturalmente formales, sino también por sus capacidades para respetar y compartir, recibir demandas y ofrecer alientos, encajar golpes y devolver bondad. Caritas cuadra en lo bueno y abnegado de los comportamientos humanos.

Habría que trazar una línea que uniese a sevillanos atemporales que se entregaron a los demás, en alma y en cuerpo, para comprender lo que hoy significa Caritas en esta sociedad. Ayer fueron Miguel Mañara, quien se volvió loco de cordura para dedicarse a los pobres, tras recoger de la calle a un hombre que había muerto de frío durante la noche, en el siglo XVII. En el siglo XIX Ángela Guerrero, Angelita, obrera esforzada, quien se sacrificaba para atender a sus pobres, como laica, mucho antes que el Señor la llamase a fundar su Compañía de la Cruz. Y hoy es Caritas una parte esencial de la continuidad de ese hilo que urde el tejido de quienes se desviven por los demás. Hoy nos perdemos en el oscuro anonimato, aunque la obra luce como llama ardiente. Esa llama, aquí y a lo largo de años, es Caritas.

¡Cuánta palabra hueca corre hoy en medio de tanto desastre! ¡Cuánta injusticia se acumula sobre los hombros de personas maltratadas, maduras, jóvenes, niños! ¡Cuánto esfuerzo es preciso para recomponer los jirones de un tejido maltrecho! ¡Qué fácil es dejarse llevar por el desánimo! Y, en cambio, ¡qué extremadamente complicado resulta poner en su sitio, pieza a pieza, cada una de las que compondrán lo venido abajo!

Nuestra sociedad confía en Caritas, todos reconocemos a Caritas, que se ha hecho de una reputación a base de entrega y amor. 

Por todo lo aquí expuesto se justifica la concesión de la Medalla de Oro del Excmo. Ateneo de Sevilla a CARITAS DIOCESANA DE SEVILLA, EJEMPLO DE AMOR Y SOLIDARIDAD, DE CONSTANCIA EN LA LUCHA A FAVOR DE LA JUSTICIA.

DONDE HAY CARIDAD Y AMOR, ALLÍ ESTÁ DIOS.

DONDE SE ENCUENTRA CARITAS, SE TRABAJA, DESINTERESADAMENTE, PARA QUE LOS MÁS DESFAVORECIDOS HALLEN EL AMOR, LA SOLIDARIDAD, LA JUSTICIA Y EL HONOR.         

 

                                                                                                                                                             J.D.L                                                                                                                                            

 

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